Por: María Mercedes Botero.
Tuve consultorio psicológico 10 años de mi vida profesional, hace mucho decidí cerrarlo para no atender problemas individuales, quise dedicarme a la investigación, prevención y promoción de estilos de vida más saludables y a la gestión del desarrollo humano.
Por estos días he tenido que volver a abrir el consultorio, pero esta vez no ha sido en un lugar físico, estoy haciendo consulta de manera ambulante sacando la cabeza por la estrecha ventana de mi carrito y lo hago sólo en la espera del cambio de los semáforos. ¿El motivo?, apaciguar temporalmente la enfermedad viral de DESESPERO VIAL que está contagiando a los conductores y pasajeros frente a los problemas de movilidad, “¡LA BENDITA CONGESTIÓN ES A TODA HORA! y EN TODAS PARTES!”, me dicen mis nuevos pacientes.
DV: Desespero Vial, por la congestión en el tráfico, es el diagnóstico. ¡Alerta!, este desespero ha cobrado un alto costo en la salud mental y en el estado de bienestar subjetivo de nuestra gente; la enfermedad se está robando los buenos modales, el sentido común, trato amable y la calidez humana tan propia de quienes habitamos en Barranquilla. Llegó el amargue y se está quedando cómodamente instalado y sin pedir permiso; han desaparecido las sonrisas y los saludos espontáneos en los semáforos y veo con preocupación que se han erradicado las ganas de ver las flores, seguir la canción de la radio o dialogar con los pasajeros.
¡Cuidado!, el Desespero Vial es muy peligroso, evite ser contagiado. Sé que el problema es justificado y que requerimos de un manejo más inteligente del tráfico y de la disminución del parque automotor que circula actualmente por las calles, pero desde mi rol de psicóloga callejera y promotora de Ciudadanos de Honor, pienso que el antídoto más efectivo, mientras se reparan la vías y se resuelven problemas estructurales, es el de la tolerancia y a buen modo costeño, una dosis de “cógela suave, mi llave”, combinada con “voy a salir más temprano”. Finalmente todos somos parte de la causa y padecemos la misma enfermedad, no podemos quedarnos de manos cruzadas y en fecunda neurosis.
¿Crees que sufres Desespero Vial? Los síntomas se detectan fácilmente: si pitas con insistencia, bajas el vidrio, gritas, insultas, manoteas, te atraviesas bruscamente, cierras la vía y vociferas palabras soeces, seguramente estás contagiado.
Responsabilízate y ayúdanos a prevenir esta enfermedad urbana que se propaga, si es posible usa transporte masivo, ve en carro compartido, saca la bicicleta y cuando la distancia sea corta desplázate con tu propia locomoción. Juntos ¡hagamos algo y que sea pronto! Es preocupante porque este desespero vial está tomando características de una pandemia: definida como la multiplicación de una enfermedad que da a seres humanos a lo largo de un área geográficamente muy extensa.
Los Barranquilleros ya sienten predisposición neurótica antes de salir a la calle, de ir a sus trabajos o lugares de estudio. “La movilidad es un derecho humano, y no es sinónimo de tráfico”, dice Udo Becker, experto en tráfico y ecología de la universidad técnica de Dresde en Alemania.
Seamos Ciudadanos de Honor con responsabilidad compartida. Reduce pitar, reduce la intolerancia, para y deja pasar, y notarás que el desespero se irá progresivamente de nuestras vidas.